Me gusta mucho el frío. Me maravilla cómo llena los silencios, cómo resalta el hogar, entumece la piel frontera con el mundo y la conquista. Le tengo singular amor a su desafío: a desenvainar sonriendo el whisky utilitario, el chocolate lento y la trinchera del abrazo.
Pero lo que más me fascina del frío, lo que me convence de su carácter divino, es que cuando llega, nadie, pero nadie deja de mencionarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario